martes, 28 de diciembre de 2010

EL PEZ



Atributo del agua, el pez participa plenamente del simbolismo de ésta. Es fundamentalmente signo de pureza, de sabiduría, de fecundidad y de resurrección. Como tal, está frecuentemente asociado a la iconografía del bautismo; decora especialmente las pilas bautismales.
Desde un punto de vista alimenticio, tanto para los cristianos como para los pueblos de la Biblia, la carne del pez es siempre más limpia que la del ave o el cuadrúpedo. De ahí, en la iconografía medieval, la abundacia de escenas de comida en que se ven peces dispuestos encima de la mesa, empezando por la propia Última Cena. En la imagen, éstos tienen frecuentemente un significado eucarístico.


Además, para el cristianismo primitivo, el pez evoca en primer lugar a Cristo por razones filológicas: la palabra griega IKTYS que designa el pez constituye el acróstico de la expresión IESOUS KHRISTOS THEOU YIOS SOTER (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador). Desde el siglo I este ideograma se adopta como señal de reconocimiento y de veneración por los discípulos de Cristo y disfruta de representación en numerosísimos objetos y documentos. Raras son las inscripciones funerarias que no lo contienen. A partir del siglo IV, cuando en Occidente el latín se convierte, en lugar del griego, en la lengua de la Iglesia, este ideograma, difícil de comprender, se transforma en una especie de adivinanza, y se emplea menos.





Los peces representan igualmente a los fieles pescados por esos pescadores simbólicos que son Cristo, los apóstoles y los obispos.

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