jueves, 20 de septiembre de 2012

EL MISAL

Por la misma exigencia de orden práctico y en el mismo período (finales del siglo X) comienzan a aparecer libros que contienen todos los elementos para la celebración de la eucaristía (oraciones, lecturas, cantos, ordo missae).
 
Se llama a ese libro Missale, o Liber missalis, o Missale plenarium.
 
 
La rapidez de difusión del Misal (con la consiguiente extinción gradual de los sacramentarios) se debe al hecho de la multiplicación de las misas privadas, en que el celebrante decía todo, incluso lo que correspondía a los otros ministros. Esto continuará siendo normal incluso en las celebraciones comunitarias, en las que tales ministros estaban presentes. El Misal es así el libro en que confluyen el Sacramentario, el Leccionario (de Murbach), el antifonario y los primeros Ordines.
 
El más importante es el llamado Missale secundum consuetudinem curiaeque tuvo una gran difusión por haberlo aceptado la orden de los Frailes menores, que prácticamente lo llevaron en todas sus peregrinaciones misioneras. Será el primer Misal impreso, como editio princeps, en Milán el año 1474. 

martes, 18 de septiembre de 2012

EL PONTIFICAL

Con este nom­bre se designa el libro que contiene fórmulas y ritos de las celebraciones reservadas al obispo (pontífice), como la confirmación, las ordenaciones, las consagraciones de iglesias, de vírgenes, la bendición de abades, pero también la coronación de reyes y de emperadores...
El primer libro de este género es el Pontifical Romano-Germánico del siglo X (= PRG). Compuesto hacia el 950 en Maguncia, es un interesante ejemplo de la obra de adaptación de la liturgia romana a los países franco-germánicos. Se presenta como una mina de ritos y de fórmulas, pero también de partes didácticas, como sermones, moniciones, exposiciones de misa, con doscientos cincuenta y ocho títulos de celebraciones diferentes lo. El PRG, llevado a Roma por los Otones, luego fue simplificado y reducido, especialmente a partir de Gregorio VII (1073­1085). Encontramos así algunos pontificales reducibles a un tipo, llamado por el editor Andrieu "el pontifical romano del siglo XII”.

domingo, 16 de septiembre de 2012

LOS ORDINES

Para una celebración litúrgica no bastan los diferentes libros que contienen los textos, sino que se necesita conocer el modo de estructurar el desarrollo de la celebración misma. Los libros mencionados sólo rara vez llevan rúbricas (así llamadas por estar escritas en rojo = ruber). De éstas se encar­gan libros especiales, que se llamarán Ordo (plural, Ordines) u Ordinarium.
El origen de tales libros se debe sobre todo a la necesidad del clero franco, que quiere saber cómo se desarrollan en Roma las diversas celebraciones.
Después de las ediciones parciales de G. Cassander (1558-1561) y M. Hittorp (1568), J. Mabillon-M. Germain (1687-1689), E. Marténe (1700-1702), L. Duchesne (1889), finalmente M. Andrieu publica la edición crítica de todos los Ordines romani hasta ahora conocidos Contra los quince ordices de Mabillon, él distingue cincuenta, divididos en diez secciones, y reducibles a dos familias: (romana pura) y B (romano­franca). Entre ellos los más importantes son el I, que trata de la misa papal en el siglo VIII; el XI, que describe los ritos del catecumenado (aquí los escrutinios se convierten sin más en siete y se trasladan a los días labora­bles), y el L, llamado también Ordo romanus antiquus, que será el núcleo del Pontifical romano-germánico del siglo X.
Para la historia de la liturgia medieval no se subrayará nunca bastante la importancia de tales ordines, junto con las Consuetudines monasticae y los Capitularia (aquí en el sentido de decisiones administrativo­jurídicas, disciplinares de sínodos, concilios particulares, etc.). 

viernes, 14 de septiembre de 2012

EL ANTIFONARIO

Es el libro que contiene los cantos de la misa, y está destinado al cantor, o al coro.



 
Los más antiguos antifonarios, que hay que emparentar con los gelasianos del siglo VIII, no tienen todavía notación musical. Se trata de seis códices, publicados en sinopsis porHesbertel primero de los cuales es sólo un cantatorium o graduale, porque contiene sólo los cantos interleccionales. Es el Cantatorio de Monza. Los demás no son italianos: Rheinau, Mont-Blandin, Compiégne, Corbie, Senlis. Son todos del siglo IX.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL LECCIONARIO

Al principio se leían directamente de la Biblia las lecturas para la celebración litúrgica, de modo más o menos continuo. Cuando se comenzó a escoger fragmentos para determinados días, éstos fueron marcados en el margen del texto sagrado. En un segundo momento se hizo, primero como apéndice del libro y luego como códice aparte, un elenco de perícopasdistribuidas para varios días. De ahí el término capitularia, porque hacían la lista de los capitula con la indicación del comienzo y del fin de cada fragmento (faltaba la actual división en capítulos y versículos).
Encontramos así leccionarios que contienen sólo los evangelios (llamados capitularía evangeliorum), o sólo las lecturas no evangélicas (llamados Comes, o Liber Comitis, o Liber commicus) o también ambos.

lunes, 10 de septiembre de 2012

EL SACRAMENTARIO


Es el libro del celebrante, obispo o presbí­tero, y contiene las fórmulas eucológicas para la eucaristía y los sacramentos.
El primero es el así llamado Sacramentario gelasiano antiguo. Se conserva únicamente en el cod. Vat. reg. lat. 316. Transcrito hacia el 750 en Chelles, cerca de París, fue publicado en 1680 por G. Tomas. La última edición de Mohlberg tiene como título Liber sacramentorum romanae ecclesiae ordinis anni circuli (RED 4, Roma 1960). El título gelasiano es impropio. Se debe al hecho de que se ha querido identificar este libro con las "Sacramentorum prae­fationes et orationes" que, según el Liber Pontificales (ed. Duchesne, París 1925, 1, 225), Gelasio compuso "cauto sermone".

sábado, 8 de septiembre de 2012

PARTICIPACIÓN ACTIVA - Conclusión


            Hemos visto que la participación activa es una exigencia de la misma naturaleza de la liturgia y esta resulta de la íntima unión entra la participación externa e interna, y el todo es orientado a la participación perfecta y completa que se actúa con la comunión sacramental. La constitución conciliar insiste en la participación activa como medio para la santificación de los hombres y el culto a Dios. Es decir, el objeto de la participación, aquello en lo que se participa es en la salvación del hombre y en la gloria que supone esto para Dios. Esta es la meta, el objetivo final. La formación, la catequesis litúrgica, los cantos, las respuestas, los gestos, posturas, etc. son los medios para unirse y dar culto a Dios. Las adaptaciones que se hicieron a la liturgia deben entenderse como un medio para alcanzar la meta de la participación en la celebración, no debe entenderse como su fin y objeto.


jueves, 6 de septiembre de 2012

EXIGENCIAS DE LA “PARTICIPACIÓN ACTIVA”


La participación es una exigencia de la naturaleza misma de la liturgia. Ésta consiste en estar presentes activamente en la acción mistérica de Cristo actuada en la celebración. La liturgia es el medio como se ejerce la obra de nuestra redención[1]. Cuando los files participan de la celebración están en situación de presencia en el acontecimiento histórico de la salvación y ejercen en Cristo, por Cristo y con Cristo siempre presente y siempre vivo, su sumo y único sacerdocio.


martes, 4 de septiembre de 2012

LA PARTICIPACIÓN ACTIVA COMO CATALIZADOR ENTRE MISTERIO DE LA SALVACIÓN Y VIDA


La celebración integra el misterio de la salvación en una acción litúrgica de santificación y de culto para la vida del fiel, que alimenta su vida cristiana. Se integra la vida cristiana en una acción litúrgica a través de la cual el misterio se convierte en historia en el aquí y ahora celebrativo. La participación cumple la función de fermento de las actividades de los participantes. La Liturgia, por la cual se realiza la obra de nuestra Redención contribuye a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. La liturgia robustece las fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones, para que, bajo de él, se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos, hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor[1].


domingo, 2 de septiembre de 2012

LA PARTICIPACIÓN COMO EJERCICIO DEL SACERDOCIO CRISTIANO


Todos los fieles por participar del sacerdocio común, en virtud del bautismo, pueden dar respuestas adecuadas a la intervención de las personas divinas tomando parte en la celebración. El sacerdocio de los bautizados tiene implicaciones litúrgicas, éste está en íntima relación con el sacerdocio ministerial, sin confundirse con él, ya que ambos participan de la misma fuente y síntesis del único sumo y eterno sacerdote, Jesucristo.